divendres, 16 de juny del 2017

Aforismes

Pàgina d'Inici

Invitació a la Filosofia

Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe.
Pues nadie es joven o viejo para la salud de su alma. El que dice que aún no
es edad de filosofar o que la edad ya pasó es como el que dice que aún no ha
llegado o que ya pasó el momento oportuno para la felicidad.


                                                       Epicuro, Epístola a Meneceo 


Imagínate que eres un viajero...
Viajero no es lo mismo que turista; de hecho, es exactamente lo contrario. El turismo es la actividad que permite trasladarse a cualquier parte, sin moverse de casa. El turista mira, pero no ve; va  a Grecia y observa, por ejemplo, la Acrópolis: un amasijo de piedras, algunos edificios medio derruidos... y, en definitiva, una impresión recurrente: todo es muy pequeño. El turista se  sentirá mejor en Egipto. !Las pirámides! ¡Eso sí que es impresionante! Bajo un sol que cae a plomo, la mirada apenas consigue abarcar la inmensa mole de piedra. El asombro se transforma fácilmente en aturdimiento... El viajero, por el contrario, no puede compartir esa fascinación del hombre pequeño ante lo grande. Siente un escalofrío de horror y una repugnancia profunda ante el pensamiento de generaciones de  hombres tratados como rebaño e inútilmente sacrificados en aras de la voluntad de permanencia de un faraón megalómano. El viajero ilustrado no puede dejar de ver, como decía Brecht,  en aquel monumento de cultura un monumento de barbarie; mientras celebrará aquella época luminosa de la humanidad en que hasta los templos tenían la justa medida humana

Así pues, inicias el viaje. Acaso te preguntes de dónde proviene ese impulso a viajar
Decía Aristóteles que todos los hombres tienden por naturaleza al saber: platonismo/opti­mo desbordante del Estagirita. De hecho, el afán por saber -junto con el saber mismo- es más bien tardío. El ansia de salir, de explorar, es sin duda más antiguo. Está indisolublemente  unido a la empresa heroica: el héroe -desde el Ulises de Homero al Ulises Bloom de Joyce, pasando por el de todo folklore conocido- lo es porque se atreve a abandonar el mundo familiar para adentrarse en lo desconocido y así vivir su propia aventura.

En las sociedades modernas, sin embargo, el espacio físico se ha cerrado y no hay, al menos  desde la Ilustración, tierra ignota que explorar.  Bien lo sabe Joyce: el espacio de lo heroico es ahora el de lo cotidiano, transmutado por la interioridad. Toda aventura es interior  -y todo explorar es un implorar -. Pero el espacio interior sólo se despliega en la densidad de la cultura: el arte, la literatura, la ciencia, la historia... cumplen ese objetivo: abrir un espacio a la exploración del mundo.
...También la filosofía.  La filosofía es una exploración radical del mundo.

De modo que el viaje es interior. Pero quizá te asalte ahora una duda: ¿para qué viajar?
¡ Con lo cómodo que se está en casa, gozando del cálido refugio que deparan los mitos de la tribu! La empresa de viajar, en cambio, es arriesgada. Implica una transformación, un salir de sí para llegar a ser otro: cierta des-integración y una apropiada des-moralización pueden ser sus primeros efectos -nada secundarios, por otra parte-.

La filosofía es un viaje a los límites del mundo. A los fundamentos que nos constituyen (tanto colectiva como individualmente: el lenguaje, el género, la clase...).
En cuanto a los resultados, casi nunca aparecen a corto plazo (a diferencia de otros "viajes" aún más comprometidos). Se viaja por el mero placer de viajar, y en ello está la recompensa. Por decirlo claramente: viajar no sirve para nada. Como todo lo verdaderamen­te importante, es inútil (es decir, no se realiza en función de otra cosa: es un fin en sí mismo).

Por cierto, y de pasada, la filosofía tiene, entre sus muchas virtudes, una no desdeñable: acaso no haga a nadie ni más justo, ni más inteligente, ni más bueno, ni siquiera más sabio. Pero le impide parecer del todo imbécil (ello es debido simplemente a que la filosofía elicita una peculiar actitud que podríamos llamar escéptica o crítica: el hábito de abordar los proble­mas a través de la argumentación, la discusión y el detenido examen hace que seamos más conscientes de las complejidades de cualquier problema cotidiano. Vamos, que no se oirá jamás salir de la boca del filósofo la frase que denuncia a cualquiera como irremediablemen­te estúpido: «eso lo arreglo yo en dos patadas...")
Para viajar -si no quieres ir dando tumbos por el mismo sitio- necesitarás un mapa
Desde luego, tú- ya tienes un mapa. Todos tenemos uno. Generalmente, de prestado; y ya es mucho si la experiencia de su inexactitud nos fuerza, aquí y allá, a trazar una tímida rectificación, alguna nueva senda apenas entrevista, un esbozo propio, garabateado con dificultad.
Naturalmente, no todos los mapas son iguales. Los hay mejores y peores. Unos están cuidadosamente construidos, procurando seguir las reglas de cierta cartografía científica; otros apuestan por soluciones menos exigentes; y algunos, en fin, son claramente disparata­dos.

La filosofía es un mapa del mundo.  Mejor dicho, la filosofa es una actividad constructo­ra. Los mapas del mundo son su resultado. El estudio de la filosofía te procura un amplio repertorio de los mismos. Pero, a la vez -y eso es más importante- te incita y te enseña a elaborar el tuyo propio. Es cierto que hallarás en el mercado otras ofertas de cartografía -más ingenuas y menos rigurosas- que te prometen el producto acabado, ahorrándote las molestias del desplazamiento.  Pero hay más de una buena razón para desconfiar de tantas facilidades. La filosofía, por el contrario, no te ofrece dogmas cerrados y elaborados ya de una vez por todas, sino que en la misma diversidad de las soluciones que ofrece, por el uso constante de la argumentación y el diálogo, a través de la confrontación de las diversas opiniones y su crítica, te apremia y te fuerza a viajar/pensar por ti mismo.

Finalmente, la misión del mapa no es sólo el conocimiento del mundo -ni la del viaje la exploración de nuevos territorios-. El objetivo de la filosofía es alcanzar la felicidad, como te citaba antes en Epicuro. Aunque acaso no haya ninguna Ítaca al final, ni Islas de los Afortu­nados, sino que la fortuna está en el viajar mismo. "En las demás actividades de la vida, el resultado feliz corona, al final, un penoso esfuerzo; pero en la filosofía, resultado y placer coinciden: pues lo mismo es gozar y filosofar", que también decía el divino Epicuro.

Valga lo anterior como una invitación. Como en todo viaje que valga la pena, no sabemos a dónde vamos ni cómo (para que no suene del todo a bolero, sí sabemos cuándo: a partir de septiembre). Así que no podemos garantizar nada. Aprovechamos la oportunidad que se nos ofrece. El carácter del viaje, la gratificación, el placer que podamos experimentar... dependerá de los viajeros  -¿Cómo iba a ser, si no ?-  Por nuestra parte, no renunciamos a nada. Bien, sí, quizá sólo a una cosa: viajar en clase turista.

La Filo explicada als xiquets

Experiències de Filosofia

En el principi...

...era la indignació.